lunes, 30 de junio de 2025

ORGULLO 3H

Terminamos el Mes del Orgullo con una bonita satisfacción, publicar en El Correo de Andalucía una reivindicación no solo del Orgullo 3H, sino sobre todo de la memoria de una generación que nos vimos constreñidos a vivir en el armario, en los armarios, hasta edades bien maduras. Va por vos. Comparto en aldeagay el texto publicado y una foto, el de la bandera expuesta en el salón de actos de una pequeña localidad de la Sierra de Huelva, Los Romeros, el Día del Orgullo, durante el estreno de una obra de teatro del grupo local. Así se hace Orgullo, pueblo a pueblo, ocupando nuestros espacios, y más ahora, cuando nubarrones muy oscuros pretenden tapar el arcoíris. ¿ORGULLO 3H? Los “casados”, término despectivo en la jerga del colectivo LGTBIQ, son los hombres gais casados con mujeres. “Casados”, hombres sin escrúpulos, falsos y mentirosos, que no tienen reparo en mantener relaciones extramatrimoniales con otros hombres, que llevan una doble vida oculta, exponiendo a sus esposas a ITS; “casados”, cobardes que han utilizado el matrimonio para esconder su homosexualidad mientras a los otros gais los encarcelaba la policía o eran insultados por la calle; “casados”, carne de descabezados en las apps y adictos al cruising, que se permiten hacer comentarios homófobos en público para alardear de machotes mientras que despliegan la mayor pluma al darse la vuelta sus colegas; “casados”, a los que nadie conoce de verdad. Todo este perfil conforma el imaginario colectivo sobre estos hombres a los que ignora el orbe heteropatrialcal y a los que otros gais repudian y niegan el derecho a ser parte del colectivo. Pero sí, los “casados” también pertenecemos al colectivo. Y mucho. Y muchos. Somos, de hecho, la mayoría del colectivo: la mayoría de los hombres gais de hoy están, o han estado, no solo en el armario, sino casados con mujeres. Y esa es una realidad poco discutible. Una realidad especialmente numerosa entre los nacidos durante la dictadura y la transición. Y es una realidad negada, invisibilizada y tabú, de la que no se quiere hablar. No se ven, no se nombran, no se estudian, no se les ayuda, no se les reconoce, pero haberlos, haylos. Y celebran, celebramos también, el Orgullo, el Orgullo 3H. Los Hombres 3H nacimos en 2016 en Sevilla el Día del Padre, efeméride ad hoc, pues no lo hemos dicho, pero estos hombres además de casados son padres, padres “heteros”, claro, un dato que no es para nada baladí. De ahí las tres haches: Hombres Homosexuales con Hijos de una relación Heterosexual. Nos reunimos siete hombres siete, todos separados ya de nuestras parejas, con un reto personal, conocer a otros hombres como nosotros y ayudarnos a entendernos y a aceptarnos. El encuentro surgió un años después de la presentación y publicación de Desde el tercer armario (Ruiz Figueroa, B. 2015. Egales), la única, hasta el día de hoy, publicación dedicada a la realidad de estos hombres, después de que uno de sus lectores propuso al autor, que suscribe esta columna, que realizáramos un encuentro de iguales. Desde entonces, nos hemos reunido mensualmente más de 200 hombres solo del ámbito geográfico de Sevilla a lo largo de cuatro años. Funcionábamos como un grupo de autoayuda clásico: los “veteranos” recibíamos a los novatos y les permitíamos que hablaran por primera vez de sí mismos con otros hombres como ellos; por primera vez, estos hombres escuchaban historias similares a las suyas, recibían consejos, debatían sobre su sentimiento de culpa y entendían que no habían engañado a nadie más que a sí mismos y que, fundamentalmente, tenían derecho a ser ellos mismos, a salir del armario con todos, con sus hijos, sus familias; por primera vez, salían por el ambiente, iban a la manifestación del Orgullo, se relacionaban con otros gais fuera del cruising y la clandestinidad. Muchas lágrimas y muchas risas en esas reuniones, tan terapéuticas y tan vivas y diversas como los hombres que allí estábamos. Situaciones diversas las de estos hombres 3H, unos con VIH, creyentes, con nivel universitario o sin apenas estudios, quienes tuvieron doble vida, quienes nunca se atrevieron a tener relaciones homosexuales hasta el fin del matrimonio, separados, viudos, con discapacidad, en el armario, fuera del armario, quienes habían sido descubiertos, a quienes esposas furibundas habían hecho la vida imposible, quienes contaban con el apoyo de sus exesposas, quienes habían perdido todo contacto con sus hijos o quienes tenían la custodia en exclusiva de sus hijos. Diversidad con tres elementos comunes. Primero, el amor, En su gran mayoría habían establecido relaciones afectivas con sus parejas sinceras, sin engaño, ni en el sentimiento y en el deseo, enamorados. Segundo, el miedo. Todos sentían miedo de mostrarse, de salir del armario, de decirles a todos aquellos con quienes habían construido una vida común, que eran algo diferente a como se habían mostrado, miedo a salir del tercer armario. Miedo a aceptarse, no solo como homosexuales, sino también como hombres 3H, pues tienen en vena el estigma del casado mentiroso y cobarde. Y tercero, la culpa. Pues se sentían juzgados por todos, y más, por ellos mismos. Y condenados. Pese a su relevancia y significado, el movimiento 3H no ha tenido especial repercusión, ni en el asociacionismo del colectivo ni en el mundo académico. Este desinterés no se debe solo al armario de los hombres 3H, armario que los esconde e invisibiliza. También se debe a que suponen una realidad incómoda. La realidad 3H es incómoda porque pone en duda la heterosexualidad presupuesta y, por tanto, la hombría presumida, de tantos hombres casados según los cánones heteropatriarcales. Muchos de estos hombres casados normativamente sienten simultáneamente deseo y afecto tanto por su compañera como por otros hombres. Este sentimiento se reprime la mayoría de las veces. Algunos pocos llevarán una “doble vida” durante el matrimonio; otros pocos, si llegara una ruptura, se permitirán explorar su deseo homoerótico; y muchos, la mayoría, lo reprimirán el resto de sus vidas. Tal vez tengan algún escarceo ocasional en una sauna, tal vez, con unas copas de más se dejen querer por un compañero de trabajo, pero muchos, directamente, se negarán la posibilidad. No solo la posibilidad de realizar su deseo, sino la posibilidad de aceptar su identidad. El molde heteropatriarcal aprieta. La realidad 3H también es incómoda porque, por tanto, pone en duda la dicotomía homo/heterosexual. El dolor, el sentimiento de culpa y la lucha interna de estos hombres proceden de la idea de que los deseos y afectos son excluyentes. O se ama a los hombres o se ama a las mujeres. Esta dicotomía impuesta los expulsa de los dos paraísos. Sienten a la vez un amor sincero por sus compañeras y a la vez sienten que las están engañando. Tal dicotomía no impera solo como heteronorma, sino que el mismo colectivo de hombres gais la asume, de modo que a estos hombres casados se les considera traidores. Y la realidad 3H incomoda porque es una realidad histórica fruto de unas condiciones sociales y políticas, la dictadura. La homofobia legal e institucional de nuestro pasado impidió a muchos hombres plantearse una identidad y unas prácticas afectivas y sexuales que hoy están totalmente aceptadas. Homofobia que condenó a vivir vidas espurias no solo a los hombres 3H, sino también a tantos y tantos hombres que no han podido salir del armario y aceptarse a sí mismos hasta llegar a la edad madura, con la dureza de sentir que han desaprovechado gran parte de sus vidas. Son estos hombres y mujeres, y son los 3H, en gran medida, víctimas de una situación histórica y política española y hablar de ellos es también parte de la recuperación de nuestra memoria histórica. Porque el armario, recordemos, no es recurso del colectivo, no es una opción. El armario es el arma del heteropatriarcado. El armario es la condena impuesta al colectivo desde su nacimiento. Celebramos este año el vigésimo aniversario del matrimonio igualitario que se ha consolidado legal y socialmente. Por eso, ahora es tiempo de mirar hacia atrás y ver las consecuencias de la falta de este matrimonio igualitario, per ende, las consecuencias de la homofobia legal e institucional del país. La Ley de Vagos y Maleantes de 1954 y la Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970 no solo tuvieron como consecuencia las multas, las palizas, los “suicidados” y los encarcelamientos de hombres y mujeres del colectivo. Fundamentalmente, tuvieron como consecuencia el autoencarcelamiento mental por el que muchos hombres y mujeres se condenaron a no ser ellos mismos y a llevar vidas contrarias a sus propios sentimientos. Por ello, reivindicamos hoy un Orgullo 3H junto al resto del colectivo. Ojalá este Orgullo 2025 dé paso a que las asociaciones nos reconozcan y nos integren como a un sector del colectivo con una problemática específica. Que estas asociaciones creen un grupo para acoger a estos hombres, y mujeres, con su especificidad, 3H. Que el mundo académico y los estudios de género nos tengan en cuenta. Y que la realidad 3H se describa y se conozca como una realidad histórica.

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