
Fluyen las palabras de Alma y Renzo flotando sobre el río Luján hasta el Atlántico. Contemplar el agua de un lago o un río nos limpia de tristeza y sanamos el meridiano del corazón, y así sanamos los lectores de Suburbana nuestras viejas cicatrices, redimidos con Renzo de nuestros propios miedos y armarios. No hay culpa. Suburbana es la historia de un hombre homosexual en la que la homosexualidad no es el problema. Su relación con Jaime, que espera en Madrid, se mantiene enajenada de su vida porteña, de su pasado. Todos conocemos esa doble vida, esa separación de nuestros espacios para evitar el conflicto entre nuestra realidad y nuestro pasado.
Fluyen en el discurso narrativo de Suburbana varias voces, eso que llaman novela polifónica. Pero no se trata de diversos personajes mostrando su punto de vista. Se trata del mismo, de Renzo, desde sus diversas existencias. Renzo, como posibilidad histórica, Renzo, en 1970 antes del peronismo, Renzo ante el peronismo, ante la dictadura de Videla, ante las Malvinas, ante la Ley de Punto Final, Renzo en España y finalmente Renzo en presente durante el corralito. Incluso Renzo lector del diario de Alma se convierte en un punto de vista nuevo. Crear tantas voces de un solo personaje utilizando su maduración personal es mérito literario del autor. Y suma a esto que vemos a la par evolucionar la sociedad argentina. El dolor y la ilusión de los inmigrantes europeos a principios del siglo XX y el dolor y la desilusión de la Argentina expoliada y aterrorizada de final de siglo. La historia de Argentina atraviesa los cuerpos de nuestros protagonistas y los marca indeleblemente. La historia de los personajes se va escribiendo a la vez que la Historia de Argentina. La de uno no se entiende sin la otra. Y nosotros vamos leyendo sus historias, la de Renzo y la de Argentina, y nos vamos leyendo a nosotros, nietos de la guerra civil, nacidos en la dictadura franquista, desilusionados de la socialdemocracia y la tercera vía de Gramsci, enganchados a la heroína y víctimas de la Crisis.
Fluye la prosa de Claudio Mazza en una sintaxis que invita a disfrutar de su análisis. Correcta, sin anacolutos, medida, clásica. La palabra tallada, sugerida, la metáfora clara y el tono del hombre que ha encontrado la paz. Porque esta novela es la novela del reencuentro con uno mismo tras el exilio, tras los exilios personales, los armarios en los que nos escondemos para no vernos a nosotros mismos. El reencuentro que nos instala en la paz, en la madurez. La paz del remanso en el río que fluye al mar.
Gracias Claudio, por permitirnos perdonarnos.
Fluye la prosa de Claudio Mazza en una sintaxis que invita a disfrutar de su análisis. Correcta, sin anacolutos, medida, clásica. La palabra tallada, sugerida, la metáfora clara y el tono del hombre que ha encontrado la paz. Porque esta novela es la novela del reencuentro con uno mismo tras el exilio, tras los exilios personales, los armarios en los que nos escondemos para no vernos a nosotros mismos. El reencuentro que nos instala en la paz, en la madurez. La paz del remanso en el río que fluye al mar.
Gracias Claudio, por permitirnos perdonarnos.
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