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Este diálogo no tiene copyright. Los que hemos usado las app de contacto gais sabemos que son moneda común. No hay grandes diferencias entre unos chats y otros, solo hay que cambiar el orden de las piezas para componer las posibles conversaciones. De mis tiempos más app recuerdo especialmente los domingos por la mañana, como este, cuando las primeras erecciones matutinas de domingo hacían que el móvil empezara a pitar a horas especialmente tempranas. Entonces, la disponibilidad de tiempo hacía que el personal se explayara más en burradas y calentones virtuales directísimos buscando el polvo cómodo, rápido y barato.
El hecho en sí no tendría más importancia si no fuera porque cuando salía de marcha por el ambiente, tenía la sensación de que algo fallaba. Primero, porque estando rodeado de maricones en las cuatro direcciones donde se mirara, sin embargo, el personal solo parecía capaz de localizarlos mirando la pantalla del móvil; y si no miraban la pantalla del móvil, entonces la comunicación verbal se bloqueaba, ¿nos habíamos convertido todos en analfabetos comunicacionales?.
Entre móviles y cuartos oscuros, los gais parece que hemos olvidado el dulce arte de la seducción, del ligoteo en la barra, que hemos perdido la capacidad de comunicarnos: darnos a conocer y mostrar interés por conocer a otros. Todos los seres humanos hemos aprendido a comunicarnos con guiones, en cada situación sabemos qué frases son las que corresponden y qué significados tienen esas frases en esos contextos. Pero las apps han reducido los guiones de contacto entre gais a uno solo, el de querer follar, pronto y rápido. Los móviles evitan que nos enfrentemos cara a cara al reto y al riesgo de seducir o ser seducidos y de fracasar en esa seducción.
Evitando el riesgo al fracaso, nos perdemos muchos éxitos personales. Nos perdemos tener amigos, amantes, encontrar pareja, charlas interesantes, compartir ideas, asociarnos, consolar a unos y encontrar consuelo en otros... Muchos hombres gais se sientes solos. Por su contexto o por su historia personal, es difícil a veces encontrar otros hombres con los que sentir sencillamente compañía. Las apps de ligues pueden servir para encontrarla, pero no deben servir para encerrarnos aún más en nuestras cápsulas y mantenernos en el miedo a ser rechazados, el miedo fruto de nuestra homofobia interiorizada. En las apps no es obligatorio que solo se tengan diálogos absurdos y obscenos, ni siquiera es obligatorio hacerlo en un cuarto oscuro o en una zona de cruising. Incluso allí y en las apps es posible dialogar. Dialogar es sonreírnos, mirarnos a la cara y preguntarnos nuestros nombres, conocer nuestras inquietudes y llegar hasta el punto de intimidad que nuestra afinidad nos permita. Y eso es posible en cualquier sitio, en la barra de un bar o ante la pantalla de un móvil.
Para profundizar más en las relaciones y el uso de las apps recomiendo leer el artículo Grindritis interiorizada de mi admirado Gabriel J. Martín, donde encontré este vídeo, ¿Cómo sería la vida real si nos comportáramos en ella como en las apps?
Y no me resisto a añadir este otro, un corto realizado por un joven malagueño, Dani Montes. Una parejita heterosexual, eso sí, se comunica con whatsup y sin whatsup. Nos recuerda la importancia de los gestos y el lenguaje no verbal. El lenguaje manco y ciego de los chats de móviles no es un buen camino para conocernos.
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