La escritura de Jose Luis Serrano es como sus novelas, como él mismo se presenta, sorprendente, extemporáneo, provocador. Su prosa se resiste al análisis sintáctico y por eso se llena aún más de misterio. El tono es intimista y la luz, lo peor de todo, resulta lo más sorprendente. Vamos a viajar por todo tipo de tonalidades, de sinestesias lumínicas que se repiten cíclicamente, mientras nosotros, personajes lectores de su novela, avanzamos linealmente en la vida hacia un game over, en el que si no hemos jugado correctamente, no habremos jugado.
Dos partidas se juegan en la novela. Una primera ficción, la del propio autor convertido en personaje junto a su marido, con el que pasea por Bilbao y su costa durante una semana de agosto pergeñando en un diálogo magistral la que será su próxima novela. La segunda ficción corre en paralelo, el amor entre Koldo y Edorta, contado por este último en un diario retrospectivo. Koldo y Edorta se aman pero el autor nos dice que son heterosexuales. Punto.
¿Es posible comprender este amor? Jose Luis Serrano nos pone contra la espada y la pared para que nos obliguemos a entender un oxímoron, que dos hombres se aman, con pasión, y no son homosexuales. Podemos caer en su trampa, en su broma incluso, y dejarnos llevar por inacabables discusiones sobre qué es ser homosexual, pero el problema de Koldo y Edorta no es más que un número imaginario, es solo real en la novela, y, como el número i, no tiene solución en nuestro mundo. No es más que una herramienta para entender este mundo y para que entendamos qué es el amor entre hombres.
"Harka es el Brokeback mountain español" afirmaba Jose Luis Serrano el año 2009 entrevistado en Las aceras de Enfrente. En Brokeback Mountain (Ang Lee. 2005) dos vaqueros aislados un invierno en las montañas dan rienda suelta a su deseo. En Harka, dos apuestos militares españoles en las guerras de África desarrollan algo más que una amistad en el desierto sin llegar a besarse. Las dos son una sola historia de amor. El mismo amor que se desarrolla entre Koldo y Edorta, el mismo amor del autor y su marido en la novela, el mismo amor... aunque no haya sexo.
Koldo y Edorta se amaron, jugaban al fútbol, se duchaban juntos en el gimnasio, se consolaron en los momentos duros, se pajeaban, se acariciaban, se emborrachaban, amándose... como nos amamos los hombres. Los lectores gais nos reconoceremos inmediatamente en el amor que se derrama entre las páginas, entre los espacios en blanco entre las palabras. Esta novela es puro amor.
Es puro amor enfrentado al miedo, al miedo de Koldo y Edorta a reconocerlo y que les llevó a casarse, a distanciarse, a amar a otras mujeres, a seguir el guión impuesto desde que nacieron con un pene entre las piernas. Lo peor de todo es la luz nos devuelve a los hombres la capacidad primigenia de amarnos, nos devuelve la esperanza frente a la homofobia. Cuántos hombres casados con mujeres han renunciado a amar a otros hombres. Cuántos hombres gais se niegan el derecho a amar a otros hombres y se permiten solo el juego del sexo. Lo peor de todo es la luz es un hermoso conjuro, un manual de vida, una invitación a que cuando la partida se haya terminado, sepamos que hemos jugado y que ha valido la pena.
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